Por Rafael Flores* Marzo 21-2014
Afirmar que: “Las buenas intenciones del gobierno de construir el Socialismo teniendo como intermediario económico a la burguesía no están dando el resultado esperado.” es una afirmación fuera de contexto, inoportuna, distorsionadora de la realidad con la cual nos hemos topado. La guerra que enfrenta la Revolución Bolivariana no es contra la burguesía venezolana, es contra el imperio estadounidense; lo que está en juego no es un Socialismo, que aún no construimos, lo que está en juego es nuestra Libertad, la Soberanía de Venezuela. Luchamos para vivir, para vivir en libertad; nuestra derrota significaría que vivamos para siempre como esclavos, un destino peor que la muerte.
El imperio y esa burguesía lacaya a su servicio no intentan destruir un Socialismo que no existe, intentan arrebatarnos nuestra capacidad de decidir en libertad si optamos por el Socialismo o por esa aberración que es el capitalismo. ¿Qué Socialismo ha podido construir la Revolución Bolivariana en un período tan breve, de sólo quince años, sometida a una guerra permanente del imperio, contra la determinación nuestra de ser libres? Lo que el imperio quiere es someternos a su dominación, proseguir el despojo de nuestras riquezas naturales, hacer de nosotros sus esclavos; sin embargo, la Revolución no se lo ha permitido. Es falsa entonces y desmoralizadora, la afirmación de que las buenas intenciones del Gobierno Bolivariano no están dando resultado, pues para construir ese Socialismo que aún no conocemos, debemos ser libres primero.
Maduro conduce a la Revolución Bolivariana por un rumbo de éxitos sorprendentes, inesperados. El entendió que la injusticia ha sido el error histórico de los grandes líderes y propósitos de libertad latinoamericana y caribeña, causal de la postergación por dos siglos de nuestra independencia. El supo comprender que el perdón, ese que nuestros líderes concedieron una y otra vez a los traidores, hizo de la nación latinoamericana y caribeña una nación en la que reinan el amor y el perdón, pero también la impunidad sobre la que ha cabalgado el éxito de la traición a ese propósito de libertad.
La Revolución Bolivariana ha cambiado el rumbo de una humanidad, que contempla estupefacta la determinación de Rusia a enfrentar a Estados Unidos, Europa y Canadá. No son pocos los habitantes del planeta quienes comprenden que ese mundo pluri polar, que hoy se opone con firmeza a la hegemonía estadounidense, emergió de las profundidades de la mano de nuestra Revolución Bolivariana. Insistir entre nosotros, acerca del supuesto fracaso de la Revolución, por no haber construido el Socialismo, es una apreciación parcial, que no corresponde al análisis objetivo e integral de la realidad con la que topamos. Comparto casi en su totalidad la argumentación del colectivo Antonio Aponte y Toby Valderrama, y sus recomendaciones, pero no su conclusión.
El imperio enfrenta un momento sin precedente de debilidad y decidió emplear a fondo a lacayos, mercenarios y agentes encubiertos, para destruir a la Revolución Bolivariana, fuente que inspira a esa parte de la humanidad que se subleva contra su hegemonía. La alta jerarquía imperial se ve obligada a desenmascararse y terciar mediáticamente, para alentar a mercenarios y lacayos, frente a la derrota o postergación del propósito oculto, tras la violencia que ha desatado en Venezuela. La violencia es una realidad contra la cual topa nuestro frente, pero la Historia nos demuestra que la realidad que nos derrota es aquella oculta contra la cual se topa nuestra espalda, que nos ha costado dos siglos más de esclavitud y la muerte de nuestros gigantes. Maduro lo entendió y nos conduce, en su sencillez de autobusero, con esa profunda sabiduría que da la fe en Dios, por un camino de éxitos para vivir, vivir en libertad, no para morir.
*Capitán de altura y productor agrícola
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